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viernes, 14 de febrero de 2014

El amigo

Muchos jóvenes dicen tener muchos amigos, algunos tienen tantos que fácilmente podrían estar todo un año salir con cada uno de ellos sin repetírselos ... pero ... serán todas esas personas tu amigo de verdad ... aquel que cuando estas desesperado y no encuentras una salida esta ahí para darte la palabra de apoyo o salida que tanto necesitas.
Déjame decirte que hay un amigo que es incondicional, que dio su propia vida por ti , aun sin tu siquiera pensar en existir , el es fiel , verdadero, omnipotente , omnisciente y omnipresente. A quien me refiero es al Señor Jesús, el esta en todo lugar , dispuesto a prestarte el auxilio que tanto necesitas solo basta creer que el existe, cerrar tus ojos y clamar por su ayuda.
En esta reunión de Fju a los jóvenes que llevaron de invitado sus amigos, se les hablo de lo importante de ser amigo, de estar bajo la total dependencia del Señor Jesús para cada situación que nos enfrentamos en el día a día.















Isabella Natal

¡Yo era solo una más en este mundo! Con la visión tapada y con la mente cerrada, vivía solo para mi yo. En lo que yo me convertí en el mundo fue en vano, porque era infeliz. Estaba completamente vacía, hueca; no tenía ninguna perspectiva de vida. Todas las noches tenía pesadillas terribles, bultos que me asustaban y que me decían cosas al oído, siempre antes de dormir.
Me sentía inferior, era el propio complejo de inferioridad. Todo lo que quería era morir, pero los intentos de suicidio fueron inútiles. El camino que seguía solo me llevaba a la nada. Vivía en la prostitución, en el vicio del alcohol, estaba llegando a mi fin. Había personas que me aconsejaban, pero no les hacía caso y siempre hacía las cosas incorrectas, y para castigarme con todo eso, me cortaba. El vacío, la depresión, el mundo, las amistades, los problemas, las voces, todo me dejaba cada día peor y con más deseos de morir.
Fue así que llegué a la Fuerza Joven Universal. Perdida, apagada, infeliz, destruida por dentro y por fuera. Pero, en la Fuerza Joven, las personas a mi alrededor creyeron en mí y me ofrecieron ayuda, sin embargo, yo no sabía qué hacer, existían conflictos dentro mío. ¿Qué era dejar el pecado, abandonar la vida incorrecta y seguir a Jesús? ¿Qué era tener el encuentro con Dios, el bautismo en el Espíritu Santo? Yo no lo sabía. Pero quise. Quise cambiar de vida, quería conocer a Aquel Dios del que todos hablaban. Quise y vencí. Dejar el pecado fue el mayor obstáculo, porque muchas veces tuve que decir "no", y eso dolió. Y lo logré, unas personas me ayudaron, Dios me ayudó.
Todo valió la pena y hoy soy una nueva persona, una nueva joven. La diferencia sucedió cuando el Espíritu Santo me envolvió. El vacío que traía la tristeza, las ganas de morir, las amistades, las bebidas, la prostitución, fue llenado por el amor y la misericordia de Dios. Hoy, bautizada con el Espíritu Santo, soy obrera, me acuerdo de todo lo que pasé, del agujero del que Dios me sacó y me dispongo a ayudar a las personas que se encuentran en la situación en la que estuve, y les doy un consejo: ¡No vale la pena!
La falsa alegría viene para todos. Yo pensaba que era feliz, hasta que encontré a Jesús. Todos sabemos lo que está dentro de nosotros, sabemos si de hecho somos felices. Mire hacia dentro suyo y vea usted mismo… Algo faltaba dentro mío, en realidad faltaba todo. Jesús nos llama todos los días, pero la elección depende de cada uno.
Mi nombre es Isabella Natal, tengo diecisiete años, y mi vida cambió cuando encontré a Jesús en la Universal.
Isabella Natal

Sabrina

Mi nombre es Sabrina, tengo 24 años. Antes de conocer el trabajo de la Universal, mi vida estaba totalmente destruida.
A los 8 años de edad fui abusada sexualmente por el hermano de mi padrastro. La última vez que fui abusada, mi ex padrastro llegó en el momento del acto y comenzó a agredirlo al muchacho, cortándole el rostro con un cuchillo. Su familia dijo que yo pagaría con la misma moneda.
A partir de entonces comenzó un tormento en mi vida. A los 14 años ingresé a los vicios (bebidas alcohólicas, cigarrillos y drogas) y comencé a estar no solo con varios muchachos, sino con muchachas también, a fin de llenar el vacío que existía en mí, y me hundí cada vez más en el alcoholismo. A los 21 años ya era totalmente adicta, tenía que tomar todos los días para saciarme. Mi desayuno era una lata de cerveza.
Un domingo de Día de la Madre, al salir a la calle, vi que una mujer extraña estaba agrediendo a mi hermano menor, que ya estaba sangrando. Entonces corrí y la empujé. Fui a levantar a mi hermano. Ella rompió un vaso en mi cabeza. Al darme vuelta, hincó el vaso roto en mi rostro, haciendo un corte en toda la mejilla del lado izquierdo, desde la cabeza hasta el cuello.
Fui llevada al hospital desmayada, estando entre la vida y la muerte. Me dieron 182 puntos, tuve incluso que recibir donación de sangre. Estaba en un hospital sin recursos y tuve que ser atendida en la morgue. Estuve 2 meses alimentándome por sonda. Después de eso tuve depresión profunda debido a las secuelas de la agresión y, por tener todo mi cabello cortado, estuve en un estado tan malo que incluso recibí un certificado de demencia.
Intenté matarme dos veces. En la primera, tomé un cóctel de remedios con aguardiente, y en la segunda, intenté ahorcarme colgada con una sábana, pero se cortó.
Con mucho odio y sed de venganza, intenté matar dos veces a la muchacha que me cortó, quería ver su destrucción total. Pero, gracias a Dios, no obtuve éxito.
En esta fase de mi vida ya no tenía ninguna perspectiva más.
Pero todo cambió cuando, por medio de una invitación, llegué a la Universal, donde empecé a buscar ayuda. Con esta ayuda, hubo un cambio total en mi vida. Perdoné a la muchacha que me cortó, también al hermano de mi padrastro, que abusó de mí, y así me liberé de todo rencor. Pude conocer verdaderamente al SEÑOR JESÚS.
Hoy soy una joven transformada. Me liberé de los vicios, de la depresión, de la homosexualidad y de todo lo que me llevaba a tener una vida triste y vacía. Recibí el Espíritu Santo y, por eso, tengo alegría de vivir. Y esta alegría que tengo quiero transmitirla al máximo de personas, para ayudarlas a que tengan sus vidas transformadas como lo fue la mía.
Sabrina

Alexandre

personas que hoy participan de las reuniones ministradas por el pastor Alexandre Barreto, no se imaginan que, en el pasado, el ex productor musical y frecuentador de bailes funk vivía una vida promiscua, llena de vicios, peleas y sufrimiento.
Ganador de innumerables premios de funk, el carioca cuenta que su mayor sueño era grabar con un gran equipo de sonido, un grupo ícono de funk en esa época. A él le gustaba ir a los bailes para provocar disturbios y agredir a las personas. Además de eso, consumía drogas y traicionaba a la novia - hoy, su esposa. A pesar de vivir rodeado de amigos y en muchas fiestas, había un vacío muy grande en su interior.
"Pensaba que si hacía un gran show y cantaba para muchas personas, iba a llenar el vacío que estaba dentro mío" - explica.
No obstante, nada lo llenó, ni las drogas, ni las mujeres, ni la conquista del contrato tan soñado, nada pudo hacerlo feliz. "En el momento en que bajé del escenario, percibí que el vacío todavía estaba dentro mío", relata Alexandre.
Alexandre recién cayó en sí cuando un grupo armado intentó ejecutarlo, y se vio entre la vida y la muerte. Recuerda que lo encerraron en un cuarto apartado, juntamente con sus amigos, los golpearon mucho y solo no los mataron debido al número de testigos que había del lado de afuera, personas que él mismo había llevado al baile, pues era líder de un barrio de la región.
Para agravar aún más su sufrimiento, debido a toda la situación, se terminó su relación amorosa. Alexandre, sin tener una dirección a seguir y con ese vacío enorme en el pecho, estaba en el fondo del pozo.
Sin embargo, por medio de una invitación de un amigo de la Fuerza Joven y, también, debido a muchas oraciones y cadenas realizadas por su suegra en la Iglesia Universal, decidió cambiar de vida, entregándola por completo a Dios. Obtuvo una familia que no había encontrado en ningún otro lugar.
Hoy, responsable de la Universal del estado de Mato Grosso do Sul, casado con Lilia Marques hace trece años, líder de muchos pastores y obreros, Tiene su vida transformada.
Él, que en el pasado llevaba a millares de personas a bailes, vicios y destrucción, hoy tiene como satisfacción conducir a millares de personas al Reino de Dios.


Alexandre

Maribel

Crecí en una familia problemática, con padres alcohólicos. En mi casa había violencia, gritos y agresiones, pues cuando mi padre estaba alcoholizado, le pegaba a mi madre. Hasta el día en que nos abandonó y se fue de casa. Mi infancia fue marcada por el dolor de una familia destruida y por los problemas económicos.
A los 8 años empecé a practicar la brujería y me volví rebelde. A los 12 comencé a fumar y a tomar alcohol. A los 14 comencé a drogarme con pastillas y a los 16 con drogas más fuertes como cocaína y crack.
Fue cuando conocí el movimiento Dark. Me gustaba vestirme de negro, usar anillos y collares con clavos y maquillarme para que me viesen muy pálida. Escuchaba canciones con letras sádicas y vulgares, escribía poesías que hablaban de odio, muerte y dolor. No creía en nada, mi vida estaba vacía y sin sentido.
Era una persona agresiva y bipolar. Intenté suicidarme varias veces y casi muero debido a una sobredosis. Me involucré con una persona que me agredía física y verbalmente. Una vez discutimos e intenté clavarle una botella rota en el cuello. Viví así durante años, hasta que me violó y lo denuncié a la policía.
Mientras eso sucedía, mi padre, que era adicto, conoció el trabajo de la Universal. Se liberó y cambió de vida. Comenzó a orar por nuestra familia y en poco tiempo, al ver su conversión, mi madre empezó a frecuentar la iglesia también. Mi familia fue restaurada. Mis padres me invitaron a ir a la iglesia durante un año, pero yo me resistía.
Después de la separación y del abuso que sufrí, para soportar la soledad y las marcas de esa relación, comencé a relacionarme con hombres desconocidos. Un día salí con cinco hombres  a la vez. En ese momento entendí que había llegado al fondo del pozo y que necesitaba ayuda. Entonces, me acordé de la invitación de mis padres y acepté ir con ellos a la iglesia. ¡Fue la mejor decisión de mi vida!
Me entregué por completo y tuve un encuentro con Dios. Me liberé de las drogas, de los vicios, de la bipolaridad y de la depresión. Mi interior cambió y mi exterior reflejó ese cambio.  Ahora soy una mujer feliz y realizada. Alguien creyó en mí, y hoy yo lucho para llevar la luz que el Señor Jesús trajo a mi vida a las personas que, como a mí me sucedía, se encuentran perdidas en las tinieblas.
Maribel 

Nádia

Todo comenzó cuando tenía solo 12 años, fui levantada a obrera. Sí, yo era muy joven, el pastor incluso estuvo en duda para levantarme a causa de mi edad, pero acabó levantándome, pues yo demostraba cierta madurez.
Estuve como obrera hasta los 14 años, pero empecé a estudiar y casi no me ponía más el uniforme, mi comunión con Dios era prácticamente nula, y yo pensaba que estaba bien, incluso estuve de novia con un obrero en ese tiempo.
Viví engañada durante años, ayudaba en la iglesia, pero mi corazón ya no estaba más en el Altar, comencé a obedecer a la voz de mi corazón, tenía pensamientos como:
“¿Para qué ser obrera, si ni te pones el uniforme? Casi no vas a la iglesia, mejor ser un miembro salvo, que ser una obrera e irte al infierno…”
Yo creía que mi comunión solo dependía de la iglesia física, gran ilusión.
Decidí largar todo e irme al mundo, terminé con el muchacho con el que estaba de novia y fui a entregar mi uniforme, el pastor trató de ayudarme para que no cometiera ese error:
“Obrera, piénsalo bien, no dejes que el diablo te engañe” – dijo él. Pero de todos modos quise entregar mi uniforme. En realidad ya estaba renunciando a mi salvación.
Sin querer y sin darme cuenta, al poco tiempo me aparté de la iglesia, ni como miembro logré quedarme. El deseo de conocer el mundo era mayor que todo, mi corazón estaba siendo engañado por la voz del diablo. Empecé a relacionarme con hombres, a conocer la bebida, el cigarrillo, pero no era suficiente, necesitaba más, entonces comencé a relacionarme con mujeres. A partir de entonces empecé a tomar mucho más, me caía en la calle, me confundía el camino a mi casa, fumaba hasta quedarme sin aire, usaba todo tipo de drogas: marihuana, cocaína, lanza- perfume, éxtasis, casi sufrí una sobredosis. Me relacionaba con quien quería, a la hora que quería, me transformé en un hombre. Estuve con más de 80 mujeres, llegué a sacar a muchas de ellas de otras iglesias, hasta estuve con una ex obrera.
Estaba muy vacía, todos los días antes de dormirme Le pedía perdón a Dios por todo lo que hacía, pero no sabía por dónde comenzar a cambiar mi vida, pues ya tenía 18 años y no veía una chance de cambio. Después de eso vino la depresión, el miedo y mucha angustia, comencé a cosechar los frutos que yo misma había plantado, pero aun no había llegado a mi fondo de pozo. Fue necesario que sufriera más para volver. Una noche estaba angustiada, con mi corazón muy acelerado, las manos heladas y la boca seca, pienso que mi presión estaba muy baja. Le pedí a mi madre que me llevara al médico. Cuando llegamos, para mi asombro, él dijo: “No tienes nada, tu salud está perfecta, necesitas pasar por el psiquiatra, es como si tu cerebro estuviese enfermo, pero tú no tienes nada, es cosa de tu mente.”
En ese momento me di cuenta que necesitaba a Dios, pues mi alma estaba enferma a causa de estar lejos de Él. Al otro día, miércoles, estaba dispuesta a volver a los brazos del Padre, pero ni bien me levanté sentí un deseo muy fuerte de matarme y terminar con todo. Me arrodillé en el inodoro y dije: “DIOS; SI REALMENTE EXISTES, AYÚDAME A RECOMENZAR”. En ese momento me vino una fuerza, fui a la Universal con mi ex novia y un amigo. El domingo me bauticé y terminé con ella para no volver nunca más.
Hoy, llena del Espíritu Santo, estoy libre de todo: vicios, vacío, tristeza y homosexualidad, tengo paz interior y la verdadera alegría. Soy universitaria y estoy como obrera desde hace 1 año. Estoy de novia con un obrero de mi iglesia, y juntos ayudamos a otros jóvenes con nuestra historia.
En fin, mi vida está totalmente transformada, de adentro hacia afuera. El Espíritu Santo me hizo una nueva mujer, feliz y realizada.

Augusto

A los 14 años yo ya era un triste ejemplo para la juventud, pues era un voraz consumidor de narcóticos. Consumía marihuana, cocaína, pegamento, bebidas alcohólicas, e incluso una explosiva mezcla de cocaína y crack estaban en mi acostumbrado “menú”. Una bomba que poco a poco reventaba mi vida.
Cantaba en un grupo de rap. En los shows que hacía, las letras de las canciones hablaban de respeto, consciencia, humildad, pero yo no vivía lo que decía, al contrario, me hundía y me perdía cada vez más mientras aconsejaba a los demás. Tenía relaciones informales con varias muchachas sin tener una relación seria con ninguna de ellas. Y eso solo me dejaba más vacío.
Mi fondo de pozo fue cuando sufrí un accidente. Fui atropellado por un auto que iba a 70 km/h. Si hubiese muerto allí, mi alma hubiera estado condenada, pues estaba muy drogado con marihuana y alcohol. Con la pierna toda enyesada, caí en una profunda depresión.
Fue entonces cuando me detuve a pensar qué estaba haciendo con mi vida, sabía que necesitaba cambiar, pero no tenía fuerzas.
Hasta que un día, viendo la programación de la Universal, noté algo diferente.
Noté que no era feliz y que vivía de ilusión. Siete años usando drogas y era todo ilusión. Cantaba y hacía shows, pero era todo ilusión. Salía con varias muchachas, pero también era todo ilusión. Mi vida era una gran ilusión. A los ojos de los demás tenía todo para ser feliz, pero en mi interior solo existía angustia, depresión y un vacío enorme.
Y fue así que llegué a la Universal y comencé a transitar un camino diferente.
Fui acompañado por obreros y pastores que me ayudaron mucho. Conocí la Fuerza Joven Universal y comencé a participar del grupo, allí encontré a quien creyó en mí y me ayudó. Recibí el bautismo en el Espíritu Santo y mi vida se transformó por completo. Fui liberado de las drogas y de todos los vicios, el vacío que existía en mi interior fue llenado por la presencia de Dios y la depresión se transformó en alegría y ganas de vivir.
Después de un tiempo fui levantado a obrero y conocí a la que hoy es mi esposa. Fue entonces que nació el deseo de servir a Dios en el Altar. Me di cuenta de esas ganas cuando vi a otros jóvenes que pasaban por lo que yo pasé y que necesitaban una dirección, alguien que los orientara. Veía a los pastores y a los obispos llevando una palabra de fe a las personas, veía el ejemplo de aquellos hombres de Dios en el Altar, y recibí el llamado para ser como ellos.
Hoy, bien casado y con la vida transformada, tengo la honra de ser un pastor de la Universal, como así también coordinador de la Fuerza Joven Universal de Rio Grande do Sul. Mi esposa y yo nos dedicamos a eso, a ver jóvenes que llegan con la vida destruida, y son bendecidos, nacen de Dios y tienen la vida y la familia restauradas. Ese es nuestro verdadero salario, nuestro placer, nuestra alegría.
Pastor Augusto

Amanda

Hasta los 7 años fui una niña normal, sin embargo, a partir de entonces quise ser diferente. A los 9 años, teñí mi cabello de rubio (en esa época eso no era común, yo era una de las pocas niñas así). Todo comenzó muy temprano, a los 11 años empecé a ir a fiestas, a bailes en barrios cercanos y a tener más amistades. Comencé a usar piercing y mi apariencia ya transmitía rebeldía. Viví en medio de las drogas, de la bebida y de la prostitución, sin embargo, tenía miedo de involucrarme. Pero los problemas dentro de casa aumentaban y entonces empecé a hacer todo lo que me daba náuseas.
Tenía el sueño de ser modelo, y eso se concretó. A medida que crecía en ese desorden, cada vez estaba peor, me puse más piercings y teñí mi cabello de diferentes colores. Me sacaba fotos polémicas y las posteaba en internet, y así me hice conocida, muchas personas se reflejaban en mí, en mi estilo, en mi manera de ser. Mi carrera estaba yendo bien, desfiles, fotos, trabajos internacionales, reconocimiento, fans. Estaba rodeada de personas, incluso sonreía, pero ese vacío permanecía en mi interior.
Sufrí bullying durante tres años y eso me hizo tenerles odio a las personas, yo ya no era la misma, ya no me conectaba con nada. A los 15 años, comencé a frecuentar lugares del centro de San Pablo, como encuentros homosexuales en Ibirapuera, Augusta, Paulista, boliches, siempre acompañada de amistades “pesadas”. Amigos que agarraban las hojas de la Biblia para consumir marihuana, tomaban toda la noche, aspiraban cocaína y maldecían y blasfemaban contra Dios, y yo, aun en medio de aquel desastre, me sentía molesta. Varias veces llegaba a pensar: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué estoy haciendo esto?”, pues yo creía en Dios y sabía que eso no era para mí, sin embargo, cuanto más intentaba, más me hundía.
Huí de casa, empecé a fumar y a tomar todos los fines de semana, salía el lunes y volvía recién el domingo o el lunes. Me involucré con mujeres, creía que había nacido así, por haber tenido una experiencia sexual con una compañera en la infancia. Decía malas palabras, usaba jergas, oía voces, veía sombras y entidades que venían a sofocarme durante la noche, llegué a llamar incluso a la policía por pensar que alguien estaba invadiendo mi casa.
En la vida sentimental no resultaba bien con nadie, aunque era popular, no lograba realizarme. Peleaba con mis padres, nada salía bien, ya había estado al borde de la muerte en varias oportunidades. Ya había vivido todo eso y no aguantaba más esa angustia y ese sufrimiento.
Estaba enferma, tenía un soplo en el corazón, los médicos decían que no iba a pasar de los 15 años. Tenía gastritis, prácticamente no me alimentaba bien desde hacía un mes, debido a los dolores. Ya no dormía más, porque había una sombra negra que me sofocaba todas las noches. Me quedaba despierta con miedo y dormía durante el día.
Mi vida ya no tenía más sentido, una voz me decía que no había más salida. La vida económica de mi familia estaba arruinada, nadie confiaba en mí, yo no veía ayuda, ¡estaba desesperada! Hasta que mi madre, sin decírmelo, me cambió de escuela, ya que en esa escuela casi me querían enviar al Tribunal de Menores, y me puso en una escuela de barrio, enfrente de mi casa y cerca de la Universal. Al principio me negué, pero no vi otra salida y fui. Ni bien llegué sabía que sería rechazada, y me sorprendí cuando unos jóvenes vinieron a conversar conmigo. Nos hicimos amigos y me llevaron a la Fuerza Joven Universal. Empezaron a contarme cómo eran y eso me interesó, pero tenía miedo de lo que mis amigos fueran a pensar, ¿cómo iba a ir a la iglesia con esa apariencia? ¡Todos iban a juzgarme! Me resistí casi un mes, hasta que, el 17 de abril de 2011, fui.
Ni bien puse los pies en la Universal, vi una diferencia. Todos me abrazaron, me cuidaron, y no entendía mucho lo que decían, pero yo quería estar cerca, ¡cambiar de vida! Y así fui frecuentando y viendo la diferencia día tras día… Conforme Dios fue transformando mi interior, mi exterior fue cambiando. Entonces, los piercings, las tinturas, el vicio del cigarrillo, la bebida, ser bisexual, todo eso ya no tenía más sentido, ¡abandoné TODO! Y Dios me honró, entré en el Proyecto VPR, comencé a pasar mis experiencias a los jóvenes y a ayudarlos, así como ellos me ayudaron. Creció un deseo dentro de mí por ganar almas, por ayudar a los afligidos y pasarles esa felicidad, esa paz que había recibido.
Tenía el deseo de ser obrera y, después de muchas luchas, Dios me ungió para hacer Su Obra, y cada día crece más ese amor por las personas. Hoy soy de la FJU, alguien creyó en mí y yo creo en los jóvenes, estoy completamente realizada espiritualmente, pues recibí el Espíritu Santo, tengo un empleo bendecido, tengo paz en casa y, lo mejor de todo: ¡tengo la certeza de mi Salvación!
Amanda Kislley

Davide

Antes de conocer a Dios en la Universal mi vida estaba destruida. A los 12 años comencé a descubrir en mí cosas que no eran normales para un niño. Era triste, lloraba mucho y sin motivo. En la escuela siempre sonreía, pero cuando estaba solo, las lágrimas corrían por mi rostro. Entonces comencé a escuchar música pesada black metal, era ese el tipo de música que me “tranquilizaba” en los momentos de soledad. Pasado algún tiempo, descubrí que esas músicas tenían una fuerte conexión con el satanismo, siendo así, decidí por mí mismo ser un seguidor de Satanás.
Crecía con ese tipo de pensamiento, y día a día en mi mente aumentaban las ideas ligadas al satanismo. Mi pelo era largo y me vestía siempre de negro. Tenía pocos amigos iguales a mí y decidí escribir canciones que hablaban contra las iglesias. Cuando cantaba, mi voz parecía la de un espíritu maligno. Cortaba mis manos para ver correr sangre, después la bebía y la pasaba también por los ojos y por la medalla satánica que llevaba en mi cuello. Me transformaba completamente.
Fumaba y tomaba mucho con mis amigos. Mi familia estaba siendo destruida por mi causa. Mi madre sufría mucho. Fue entonces que mi madre decidió luchar por mí en la Universal, pues no aceptaba esa situación y se indignó contra el mal que actuaba en mí. Recuerdo que le decía: “Nadie va a cambiarme, yo soy así, ¡y así seré siempre!” Pero en su interior había una certeza de que yo cambiaría y me convertiría.
Después de mucha perseverancia y de lanzarse en la Hoguera Santa de Israel, ¡mi madre obtuvo la respuesta y yo cambié! Mis pensamientos fueron cambiando y abandoné esa vida de tinieblas. Hoy soy una nueva persona, fui liberado de los vicios, de las malas compañías, de la atracción por el mal, de la depresión, de la tristeza y del satanismo.
¡Mi mente y mis actitudes cambiaron completamente y mi familia hoy es una bendición!
Davide

Luíz Paulo

Mi nombre es Luís Paulo, tengo 27 años y vivo en Uruguaiana, en el interior de Rio Grande do Sul.
Cuando llegué a la Fuerza Joven Universal, era homosexual y hacía shows de transformismo. Pero eso no me hacía feliz, sentía un gran vacío e infelicidad.
A pesar de la sonrisa constante en mi rostro y mi buen humor de todos los días, cuando llegaba a la noche, en mi habitación o en el baño de mi casa, lloraba mucho por no ser feliz de verdad.
Yo vivía en la prostitución, salía todas las noches buscando sexo, sin preocuparme con quién y dónde, solo quería saciarme, pero eso solo aumentaba todavía más mi deseo de tener varias parejas sexuales y, consecuentemente, también aumentaba mi sufrimiento.
Buscando un cuerpo que atrajera las miradas hacia mí, desarrollé bulimia, todo lo que comía o tomaba lo vomitaba, incluso el agua, nada quedaba en mi estómago. También desarrollé una distorsión de imagen, me miraba al espejo y me veía con un cuerpo femenino, que yo sabía que no era real.
Veía sombras y también personas muertas. Cuando estaba solo en mi casa, las puertas se abrían y se cerraban solas cuando las sombras aparecían, pero no les tenía miedo y enseguida desaparecían. Tenía sueños con cosas que iban a suceder y realmente sucedían Yo cuestionaba mucho a Dios por no ser feliz. Todas las noches tenía pesadillas con accidentes de tránsito, donde veía varios cuerpos descuartizados y ensangrentados. Sufría de dolores de cabeza constantes.
No me relacionaba bien con mis familiares, solo iba a casa a dormir, comer (vomitar), cambiarme de ropa y volvía a la calle con mis amistades.
Hasta que un día recibí una invitación de un amigo para ir a la Universal. Sin pensarlo dos veces fui con él a una reunión de domingo, comencé a participar también de las reuniones de liberación, donde entendí que mi problema era espiritual y que lo que me faltaba para ser feliz de verdad era la presencia de Dios, el Espíritu Santo.
Una de las mayores dificultades para mí fue desligarme de las antiguas amistades, pero tuve consciencia de que ellas me harían caer de nuevo, entonces me desligué completamente.
Fui en la Universal donde encontré al Dios vivo, que cambió todo en mí. Hoy tengo el placer de llevarles a otros jóvenes la alegría verdadera que solo Jesús me dio. Soy un nuevo hombre, liberado de todos los vicios, tristezas, angustias, vacío y homosexualidad.
Luís Paulo

Andressa

Andressa Caio nació en un hogar destruido y sin la presencia activa del padre. A causa de eso, fue una niña y, consecuentemente, una adolescente muy problemática. A los 15 años, ingresó al mundo de los vicios, fumaba cigarrillos, marihuana; consumía cocaína, una mezcla de tabaco con crack y todos los días tomaba mucho, habiéndose convertido así en una dependiente química.
Fue internada 4 veces en el hospital con indicios de locura, sin consciencia y con principio de sobredosis. Después de poco tiempo, entró al mundo de la homosexualidad, pues, según Andressa, sus relaciones con hombres no tenían éxito, entonces optó por conocer mujeres. A partir de entonces, los problemas solo aumentaron, comenzó a tener depresión, angustia, vivía sin paz interior, veía sombras y tenía pensamientos de suicidio. En este mismo período de su vida, fue expulsada de su casa y rechazada por toda la familia. Empezó a sentir mucho odio por las personas y planeó terminar con la vida de una de las mujeres con quien se relacionaba.
Pero fue en ese momento, en el fondo del pozo, que conoció el trabajo de la Universal. Recibió la ayuda de los obreros, pastores y de la Fuerza Joven Universal, que creyeron en ella y no dejaron de ayudarla en ningún momento. Hoy, después de recibir el Espíritu Santo en su vida, Andressa está totalmente transformada. Ya no tiene ningún vicio, se liberó de la angustia, de la tristeza, del deseo de morir y de la homosexualidad. Es una hija presente en casa, vive en paz consigo misma y con las personas de su alrededor. Es una nueva mujer en todos los aspectos de su vida.

Hector

Mi nombre es Hector Luan, tengo 25 años. Nací en un hogar problemático, mis padres eran adictos a la bebida y al cigarrillo, y cuando yo tenía 7 años de edad, una persona evangelizó a mi madre para que fuera a la Universal en Pará. Ella comenzó a frecuentar y enseguida fuimos nosotros. Después de un año, mi hermana de 19 años se suicidó, y después de 4 meses, mi madre falleció de diabetes, según el diagnóstico.
Mi padre nos golpeaba diariamente, tenía amantes, pasaba días fuera de casa. Un hogar totalmente destruido. Después de la muerte de mi hermana, una voz me decía constantemente que hiciera uso de sus cosas (ropa, accesorios, maquillaje, etc.). Pasado un mes, mi padre trajo a una de sus amantes a vivir con nosotros, hacían fiestas y traían a los parientes de ella a casa. Cierta madrugada, uno de sus hermanos intentó abusar de mí, así como también mi vecino varias veces también lo intentó hasta que cumplí 10 años.
A los 14 años, fui a vivir con mis padrinos y asumí una forma femenina, pues ellos me aceptaron de la manera que yo quería ser. Me convertí en Sabrina y exigía el reconocimiento de las personas. Mi padre no me aceptó y quería golpearme en medio de la calle. Todavía en Pará, comencé a vender mi propio cuerpo. Para entonces ya tenía cuerpo de mujer.
Vine a San Pablo, a los 17 años, con el objetivo de ganar dinero vendiendo mi cuerpo. Un total engaño, incluso gané mucho dinero desde los 17 a los 20 años, sin embargo dentro de mí había un vacío que no llenaban ni la bebida, ni los hombres, ni las mujeres o todo el dinero que ganaba, tanto que, cuando llegaba la noche, me encerraba en mi departamento, me drogaba y tomaba, llorando solo, sin amigos, parientes o cualquier tipo de cariño. Al otro día me despertaba sin dinero y todavía vacío, y esa vida continuaba todos los días. Muchas veces cuando no conseguía bebida, tomaba alcohol para automóviles.
En la ciudad de Campinas-SP, conocí el crack, allí fue mi fondo del pozo, perdí mi "belleza" (la cual usaba para prostituirme), y mi salud, llegué a pesar 59kg, ya no era tan requerido como antes, e intenté el suicidio varias veces. En una fiesta rave tomé mucho y fui internado en coma alcohólico. Intenté matarme saltando de un viaducto, fue cuando dos personas que vivían en la calle intentaron agarrarme por la fuerza, pensando que yo era una mujer, y me impidieron que me matara, después fuimos a fumar crack juntos. Viví debajo de un puente, allí conseguí un novio, también mendigo.
Una noche, después de tanto drogarme, vi una sombra que me perturbaba, ya estaba hacía 15 días sin dormir ni comer, casi sufrí un accidente en el 3º piso de una construcción abandonada. En ese momento tiré la droga y miré hacia el cielo, esa noche estrellada me acordé de Dios, y oré: "Si Tú cambias mi vida, yo dejo todo y voy a buscar lo mejor".
Después de una semana, apareció un señor en esa construcción, yo estaba borracho y drogado junto a mi ex novio y a un amigo suyo, y ese señor me vio y me dijo que yo era "la única sincera", y me preguntó si quería cambiar de vida. Le dije: "No sé cómo, pero quiero, y si existe una chance, voy a agarrarla con uñas y dientes".
El sábado, él nos trajo a Diadema-SP, vi la Universal del barrio 7 de Septiembre, y le dije: "¡¡ahí yo no entro!!". El domingo, a las 15 hs., yo estaba allá adentro, como Sabrina, en la primera silla. Volví el lunes y el martes, me liberé de todo. Todos en la iglesia se asustaron al saber el miércoles, cuando volví ya como Hector, que la Sabrina que llegó el domingo, en realidad era Hector. Después de ese día, nunca más volví a la vida incorrecta. Dejé las drogas, me liberé de la homosexualidad, de la prostitución, de la depresión, del deseo de morir, y el vacío que sentía fue llenado por el Espíritu Santo, que me transformó por completo y me convirtió en un nuevo hombre, 100% feliz.
Hector Luan

Luíz, Un ex travesti

Mi madre me dio la vida, pero no cuidó de mí. Ella me abandonó y fui a vivir en un orfanato en Araucaria (PR). Permanecí allí hasta los 16 años. De ese lugar salí y fui a vivir solo. Para sobrevivir, terminé convirtiéndome en travesti y me prostituía.
En la calle, donde trabajaba, peleaba y le robaba los clientes a los demás; andaba armado. Yo era muy malo, nervioso, le pegaba a todo el mundo, por cualquier motivo.
Con el tiempo me convertí en “madam” del lugar junto con otros dos travestis. Entonces empecé a traficar para los travestis. Los inducía a comprarme drogas y a endeudarse.
Comencé a ganar mucho dinero. Tuve tres departamentos, y les alquilaba espacios a los travestis. Me puse silicona industrial en todo el cuerpo. Llegué a tener varias denuncias en mi contra: por agresión, extorsión, tráfico de drogas, etc.
Mi fondo del pozo llegó cuando un día, en el baile, intenté matarme tomando 18 pastillas de éxtasis; también usé cocaína y bebí mucho, entonces tuve una sobredosis y dos paros cardíacos. Vi a mi alma salirse de mi cuerpo y, en el último momento, recordé la oración del Padre Nuestro. Sobreviví.
Tuve depresión, problemas cardíacos, y fui internado en un hospital psiquiátrico durante un tiempo. En ese lugar me dopaban con medicamentos controlados.
Hasta que un día, cuando salí del hospital donde hacía tratamiento psiquiátrico, pase por enfrente de la Universal de Sitio Cercado. Era martes. Participé de la oración de liberación y a partir de entonces mi vida empezó a cambiar.
Conocí a la Fuerza Joven Universal y encontré personas que creyeron en mí y me llevaron hasta el Señor Jesús.
Hoy estoy totalmente transformado.
Me liberé de la homosexualidad, de las drogas, del narcotráfico, de la prostitución, de las tristezas, de las angustias, del vacío, en fin, de todo lo que me hacía infeliz.
Soy un nuevo hombre, 100% cambiado, lleno de la presencia de Dios y feliz.
Luiz

Dayane

Cuando tenía 12 años comencé a vestirme y a sentirme como un niño. Poco a poco, empecé a convivir con niños, actuaba como niño y me relacionaba sentimentalmente con chicas, hasta que a los 13, 14 años asumí ante mis padres que era lesbiana.
Mi madre no me aceptó en casa. Entonces, me fui a vivir con mi papá, que también me expulsó. Busqué a mi hermano, que tampoco me aceptó.
Estaba a punto de vivir en la calle, cuando fui a trabajar a un “cyber café” en un cerro. Recibía 12 reales por día y me humillaban.
Me invitaron a vivir en la casa de un amigo. En ese lugar nadie sabía que yo era una chica, solo mi amigo. Para todos yo era Danilo. Pero las cosas empeoraron. Perdí el control. Había más bailes, en los que me relacionaba con las chicas que quería. Tuve que cambiarme de escuela y convencí a la directora de poner el nombre que yo usaba en la lista de asistencia, ni siquiera los profesores conocían la verdad.
En compensación, sufría mucho. Aunque me relacionara con muchas chicas y viviera rodeada de “amigos” porque yo mantenía los bailes. Me sentía triste, vacía, tenía depresión y ataques de pánico. No soportaba quedarme en la oscuridad, me moría de miedo.
Tenía algunos amigos que manifestaban con espíritus y estos me amenazaban de muerte. Eso empeoraba la situación.
Consumía drogas, fumaba, bebía. A los ojos del mundo, tenía la vida que sueña cualquier muchacho. Todos querían estar conmigo, pero ninguno conocía el otro lado de la moneda. Pasaba noches llorando y pensaba que si me mataba acabaría con mis problemas.
Quería ver a mi madre, hablarle, pero mi padrastro no dejaba que me aproximara a ella. Mi padre no quería saber nada de mí. Estaba hundiéndome cada vez más.
Un día estaba en la terraza de la casa donde vivía, que estaba en obras y no tenía pared de protección, pensé en tirarme desde allí, porque yo veía que por un lado lo tenía todo, pero por el otro no tenía nada. Las personas solo se me acercaban por interés. Sentí una fuerza empujándome y caí. Solo que caí en el piso de abajo y comencé a llorar.
Fue cuando la madre de ese amigo, que es miembro de la Universal, me vio caída y me invitó a ir a una reunión. Ella creyó en mí. Al comienzo lo encontré aburrido, pero ella me incentivaba a ir y me fui sintiendo mejor cada vez que iba a la Universal.
Llegaba a las reuniones llena de angustia, destruida, y salía aliviada. La liberación demoró mucho, porque yo quería a Jesús, pero al mismo tiempo quería también usar drogas, salir, “pasar el rato” con chicas, participar de orgías. Por eso, todavía me sentía incompleta. Hasta que me cansé de esa situación, hice una oración antes de ir a la iglesia, pidiéndole a Dios una dirección, de lo contrario, no iba a volver más.
Casi al final de la reunión, el pastor dio un mensaje de decisión. O escogía a Dios o a los deseos del mundo. Vi que Dios había respondido a mi oración. Cuando terminó la reunión fui a hablar con el pastor.
La primera cosa que hice cuando llegué a casa fue llamar a mi madre, le pedí perdón por todo y le dije que quería cambiar de verdad mi vida.
Ella no me creyó, pensaba que no iba a cambiar. Poco a poco logré volver a aproximarme a mi madre. El Espíritu Santo fue transformándome de a poco y los deseos de usar drogas, de involucrarme con muchachas, fue saliendo.
Poco tiempo después volví a vivir en la casa de mi madre y seguí frecuentando la Universal cercana a casa (Recreio)
Todo fue cambiando. Conforme me entregaba a Dios, iba siendo transformada, hasta ser transformada por completo, por dentro y por fuera. Comencé a dejarme crecer el pelo, a ser mujer en la actitud y en la apariencia.
Un día fui a visitar al amigo que me había ayudado, solo que allí muchos pensaban que yo era un hombre. Ese momento fue un divisor de aguas, porque antes ya estaba caminando en la fe, pero aun me daba vergüenza enfrentar el pasado.
El cambio total fue cuando les pedí perdón a las muchachas con las que me había relacionado y a las personas a las que había engañado por haberme hecho pasar por hombre. Había sido chantajeada por algunas personas que querían revelar mi real identidad, pero cuando decidí contar la verdad, ellas no tuvieron nada que decir.
Antes, nadie quería estar cerca de mí, era considerada como un mal ejemplo. Hoy es diferente. Mi madre, que no quería estar cerca, hoy se enorgullece de tenerme como hija y ve a Jesús en mí. Las personas me miran y me ven como un ejemplo. Me liberé de la homosexualidad, de las drogas y de la depresión.
En fin, hoy soy una nueva persona, totalmente transformada y completamente feliz, y todo ese cambio solo se hizo posible a partir del momento en que tuve un encuentro con Dios.
Dayane


Sidnei

Sidnei tenía 12 años. Era uno de cuatro hermanos, el segundo más grande. Antes de él venía Rosana, de 13; después Cristina, de 8, y Cristiano, de 5. Su madre era manicura, sin trabajo fijo. El padre era chapista. El ingreso de los dos no garantizaba el sustento de la familia. El vicio unía a la pareja, que tomaba en exceso.
El padre de Sidnei llegaba a casa alcoholizado y golpeaba a la madre. Los golpes alcanzaban a todos los hermanos en secuencia, pero él era el que más sufría. El color de la piel y la descendencia indígena hacían de él el elegido para ser doblemente golpeado. Era el más parecido a la madre. Y no fueron pocas las veces en las que sufrió bajo los puños del padre alcohólico.
La bola de nieve del sufrimiento
La familia de Sidnei continuaba como la de muchos brasileños, en la cuerda floja. Sin residencia fija, pues faltaba dinero para pagar el alquiler, el muchacho, los hermanos y los padres vivían de prestado con amigos o parientes. Cambiaban de domicilio cada vez que el padre tomada demasiado y exageraba en los golpes. Por las circunstancias de la vida, la pareja terminaba volviendo a vivir juntos.
Sidnei no sabe contar qué fue lo que exactamente sucedió, pero su madre murió. Él especula que habría ocurrido un error médico, después de que ella sufrió una cirugía en el estómago. Tenía cáncer, y tuvo un paro cardíaco causado por algún medicamento, cuando fue a hacerse un examen de rutina. Y si la violencia paterna, siempre presente, ya era un mal insoportable, sería la palanca de lo que estaría por venir en la vida del muchacho.
Punto de partida
Pasados 8 meses de la muerte de la madre, los golpes continuaban. Esa noche, como era de costumbre, el padre llegó a casa y le dio una paliza a Sidnei y a sus hermanos. Sin embargo, sucedió algo diferente. El padre le dislocó la retina al joven. Por primera vez Sidnei respondió. Aún mareado por el aguardiente, el padre agarró un arma de fuego y apuntó a la cabeza del muchacho. Lo amenazó de muerte y no le dio alternativa, a no ser irse de la casa.
Su hermana mayor se fue a vivir con el novio. Los dos hermanos más jóvenes se quedaron con el padre, pero Sidnei se fue. Se fue a la calle. Se convirtió en un "sin techo". Algún tiempo después, fue encontrado por el novio de la hermana, que lo invitó a que viviera con ellos. Pero la situación era complicada. Sidnei no tenía trabajo, no tenía estudios. Viviendo en la casa de personas que, la mayoría, no eran sus familiares, no se adaptó.
Camino a la perdición
El tiempo pasó y el muchacho volvió a las calles. A los 16 años, comenzó a conocer el mundo. Se convirtió en un camarero. Trabajaba en un restaurante en el centro de Curitiva. En un Carnaval, conoció la prostitución y las primeras drogas: marihuana y cocaína. El adormecimiento momentáneo lo engañaba con placeres pasajeros.
Se sentía vacío. Sin buenas orientaciones; se transformaba en un vehículo perfecto para los males mundanos. El restaurante donde trabajaba cerró. Sidnei pasó a ser cuidador de autos junto a un amigo, frente a una discoteca. Por tener el cabello largo y negro, muy parecido a su madre, ganó el apodo "Indio".
Enseguida, el joven comenzó a trabajar en una discoteca. Se hizo tatuajes por todo el cuerpo. El involucrarse con el tráfico de drogas llegó rápido y fácil. Sidnei seducía a chicas y, además de narcotraficante, se volvió proxeneta. Pasó a ser temido. Peleaba todas las noches y se volvió adicto a la cocaína. Igual que su padre, tomaba exageradamente. Buscaba algo frenéticamente, pero no sabía qué. "Ya que Dios no me quiso, el diablo me quiere", pensaba.
Se involucró con motoqueros. Viajó a Rio de Janeiro y a San Pablo haciendo alborotos por el camino. Una vida de excesos, con drogas, sexo y peleas. Sidnei revela que las diferentes mujeres con quienes se relacionó se hicieron varios abortos de hijos suyos.
Hermana del cambio
Sidnei comenzaba a dar señales de cansancio. Vivió durante un tiempo con una prostituta, que lo aconsejaba a dejar esa vida. Hoy, evalúa que Dios la usó para intentar cambiar su vida. La relación entre los dos no duró, pero la idea que ella le dio permaneció en la mente del joven: un cambio.
Cierto día, decidió visitar la Iglesia Universal, aun ante todos los prejuicios que tenía en relación a la institución y a su líder. Sidnei fue en bermuda, ojotas, remera, con los tatuajes a la vista y el pelo suelto. En el fondo, estaba curioso por saber cómo sería tratado y qué vería allá. Pensaba que, por su apariencia, asustaría a las personas, pero fue bien recibido.
Ser bien tratado fue una buena experiencia, pero la gran sorpresa de Sidnei fue toparse con su hermana menor, Cristina. Ella era obrera y alentó al hermano a participar de los encuentros y a conocer a la Universal más de cerca.
De a poco, la vida del muchacho fue transformándose. Decidió dejar el trabajo en la discoteca. Fue a cargar cajas en el mercado municipal. Buscó entenderse con el padre, que pasó por una clínica de rehabilitación y llegó a vivir con él durante un tiempo. Él reconoce que fue difícil perdonar al padre, pero fue necesario, para poder proseguir con su vida.
Una tragedia más
Sidnei había perdido el contacto con su hermano más chico. Sin perspectivas, el menor de la familia entró en el mismo camino que él y se involucró con las drogas. Sin notarlo, Sidnei se había transformado en un ejemplo para el hermano. Un mal ejemplo. El padre de ambos ya no tenía control sobre Cristiano, y la tragedia se anunciaba.
Pasando por problemas de salud, el joven fue internado en un hospital en la ciudad de São José dos Pinhais (PR). Después que salió de allá, la familia no tardaría en recibir la noticia de la muerte de Cristiano. Sidnei tuvo la difícil misión de reconocer el cuerpo, encontrado en una zanja. La causa de la muerte fue insuficiencia respiratoria. Sidnei tuvo que cambiarle la ropa al cuerpo del hermano y ponerlo en el cajón. El padre y las hermanas no tenían consuelo.
Decisiones
Él estaba realmente cansado del sufrimiento. En la muerte del hermano juró entregarle la vida a Dios. Ya no era un chico. Necesitaba sentar cabeza. Participaba con ahínco en las reuniones y de la Fuerza Joven. Permaneció y allí recibió el apoyo y la atención que necesitaba en la decisión más importante de su vida.
Los amigos no comprendían lo que estaba sucediendo en su vida y lo cuestionaban al respecto. Como símbolo del cambio, se cortó el pelo, que eran la pasión de la fallecida madre. Tardó casi 3 meses para ser levantado a obrero, pero él cree que sucedió como tenía que ser.
Sidnei siguió el consejo de un pastor y se casó con una obrera que conoció en la Iglesia. Hizo cursos y se esmeró, hasta que, cierto día, el extrañado obispo Renato Maduro llamó a la pareja para conversar. Sidnei fue invitado a ser pastor.
Hoy, a los 38 años, el pastor Sidnei Castelhano es el responsable regional por el trabajo evangelístico en Guaíra, ciudad paranaense en la frontera de Brasil con Paraguay. Él y su esposa, Miriam, de 35 años, están casados hace más de una década y son muy felices. El cambio llegó de una vez por todas a su vida, que no cambia su realidad por el mundo de ilusiones, vicios y sufrimientos que ya vivió.