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martes, 11 de febrero de 2014

Ana Paula

Todo comenzó en mi adolescencia, cuando mi padre lanzó una plaga sobre mi madre diciendo que ella no sabía criarnos, y que yo sería una prostituta y mi hermano sería un ladrón. En esa época, yo tenía alrededor de 12 años y mi hermano 13. Cuando cumplí 15 años y mi hermano 16, las plagas de mi padre se cumplieron en nuestras vidas. Comencé a prostituirme y mi hermano comenzó a robar, cayendo preso a los 17 años de edad.
Comencé a frecuentar bailes en la villa y me volví adicta a la marihuana, al lanzaperfume y, principalmente, a las bebidas alcohólicas. Quedaba en situaciones deplorables a causa de las drogas. Huía de casa, me peleaba con mi madre, era un verdadero infierno. Y cada vez más me hundía más en el mundo de la prostitución. A veces hasta conseguía algunos trabajos formales, pero a causa de que ganaba poco terminaba volviendo a la prostitución. Por momentos incluso quería salir de esa vida, pero era más fuerte que yo, pues lo peor que existe es que alguien se acueste con un hombre no por amor, sino por dinero.
Tuve relaciones fuera de la prostitución que fueron verdaderos fracasos. Cuando me gustaba una persona, no era correspondida y viceversa. Y así fue mi vida. Tomaba mucho, consumía drogas, era una persona triste, vacía y sin perspectiva de vida. Hasta que tuve una relación con una persona en la cual pensé que finalmente mi vida iba a cambiar. En vez de eso, solo empeoró, pues aún así continuaba siendo la misma persona triste y vacía. Mi fondo del pozo fue cuando esa persona cayó presa. Allí me encontré en total desesperación y casi entré en depresión. Fue cuando recibí una invitación para ir a la iglesia. Al comienzo no acepté la invitación, pues hacía muchas tonterías y no pensaba en dejar de practicarlas. Hasta que un día, estaba tan triste que decidí aceptar y fui.
Llegando allá, participé de la reunión y, a partir de entonces, hice un voto con Dios y dije que si realmente Él existía, sacaría a esa persona de prisión; y yo iba a ir todos los domingos a la iglesia. Esa misma semana él salió de prisión y tuve que honrar mi palabra e ir a la iglesia todos los domingos. Sin embargo, salía de la iglesia directo hacia el bar a tomar. Fue cuando, un domingo, decidí entregar mi vida de hecho y de verdad en las manos del Señor Jesús. Desde entonces, todo cambió. Me bauticé en las aguas, intenté traer a mi ex compañero a la iglesia, pero en una oración Dios me dijo que era más fácil que esa persona me sacara de la iglesia, en vez de que se convirtiera. Decidí oír la voz de Dios y terminar esa relación, pues tuve la consciencia de que Él tendría algo mucho mejor para mí.
Mi vida fue totalmente transformada. Recibí el Espíritu Santo, tengo paz dentro de mí y una alegría que en este mundo nunca tuve. Me liberé de la prostitución, de las drogas y del vicio de la bebida. Hoy formo parte de la Fuerza Joven Universal de Del Castilho, y tengo la oportunidad de ayudar a las personas que sufren como yo sufrí. Recientemente fui bendecida por Dios siendo levantada a obrera y así recibí un arma más para deshacer las obras del diablo.
Ana Paula


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